PARLAMENTOS
Para comprender la corrupción del
sistema político español hay un método infalible: una visita al parlamento
autonómico. Se trata de un procedimiento sencillo. Basta con acudir a una
sesión pública cualquiera y mostrar el documento nacional de identidad en la
puerta. Pasará usted un pequeño control y luego podrá acceder, con
tranquilidad, a la tribuna de público. Compartirá espacio con un reducido grupo
de devotos de la democracia y personas interesadas en los proyectos que se presentan.
Si, por ejemplo, se vota ese día a favor de la legalización de los clubes de
consumidores de cannabis –se trata de un caso real que no ha sido comentado aún
de manera suficiente-, podrá departir con entusiastas de la marihuana. Si se
vota una Iniciativa Legislativa Popular en contra del aborto –otro caso real-,
quizá tenga la ocasión de conocer a algunos tipos que, descarados ellos,
pretenden defender la vida de los no nacidos sin haber consultado antes con los
señores políticos. Pero el público no es tan relevante como el espectáculo que
se desarrolla en el hemiciclo. A saber: diputados que no hacen ningún esfuerzo
por resistirse a los efectos del madrugón, diputados que visitan el bar del
parlamento con una frecuencia pasmosa, diputados que provocan a otros
diputados, diputados que corren para avisar a los compañeros del bar de que
llega el turno de voto, diputados que leen papeles que ni ellos entienden,
diputados que deciden sobre cuestiones técnicas que deberían decidir expertos
en la materia, diputados esclavizados por la disciplina de partido que votan en
contra de los intereses de sus representados, diputados que se muestran
contrarios a leyes que supondrían un éxito para sus rivales, diputados que se
insultan de gravedad y luego platican amistosamente en el bar del parlamento… Diputados,
en fin, que renuncian a servir al pueblo, porque se la trae al pairo el pueblo;
diputados de cuya conducta vergonzosa no sabrá nadie jamás, porque están
conchabados con los medios de comunicación oficiales. Alguien deber denunciar
todas estas prácticas corruptas y proponer soluciones. Con este número de AHORA
queremos contribuir humildemente a esta tarea.